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miércoles, 7 de mayo de 2008

Un dia por Manresa city

Un dia por Manresa city

Ubicado en una calle del barrio viejo, me dispongo a trazar mi ruta hacia el centro de la ciudad.
El paso a través de las callejuelas, se ve inundado de miradas escrutadoras y siluetas tras los ventanales y portales oscuros, de los que suele salir un intenso hedor característico de este lugar. Rayando el mediodía este singular tufo se entremezcla con la fragancia de los guisos, que hacen al viandante aumentar su apetito.
Continuo mi periplo por la empinada cuesta que me conduce a la plaza del ayuntamiento, llena a rebosar de gente en sus idas y venidas. Después de un largo lapso de tiempo, ensimismado ante el gentío, decido reanudar mi recorrido por una angosta calle repleta de pequeños comercios y que me lleva directo a la ruta comercial del núcleo urbano. La muchedumbre se hace con las calles, provistos con bolsas de las más diversas marcas.
Prosigo mi marcha por la calle que me traslada a una considerable plaza en cuyo interior alberga una lozana fuente, que en los días de estío, apacigua el calor de los zagales sobretodo.
Me dirijo hacia el semáforo y me apresto a cruzar pues los vehículos con suma presteza inician su marcha; me adentro en la principal arteria de la ciudad, el paseo, abarrotada de gente en sus quehaceres.
Los majestuosos plataneros a uno y otro lado se alzan desafiantes, testigos mudos del ir y venir de los acontecimientos, protectores en los tórridos días de canícula.
Llego al nivel del antiguo casino ahora transformado en biblioteca, la cual tiene mucha afluencia de gente, sobretodo estudiantes. Un poco más arriba un viejo teatro restaurado que hace las delicias de los lugareños de todas las edades. Sigo un poco más y voy a dar con mis huesos en la vieja escalinata de la iglesia que preside una singular plaza. Lugar habitual de concentraciones sobre eventos deportivos y demás. También frecuentada por quinceañeros, como punto de partida de sus actividades. Oteo el horizonte y veo como mis planes de seguir hacia delante mi particular ruta se ven quebrados, pues un nubarrón amenaza con descargar sobre la ciudad. Me pongo a cubierto en un portal esperando que amaine. Espera en vano, puesto que, no solo no se calma sino que arrecia y me veo obligado a desistir. Me dirijo hacia una parada de autobús con el agua calada hasta los huesos. Me encajono como puedo entre la apretada multitud que aguarda como yo la llegada del transporte público. Mi espera se prolonga durante unos largos e intensos minutos, quedando totalmente ausente, zambullido en mis propios pensamientos en medio de aquel gentío. El chirriar de los frenos me devuelve a la realidad… habrá que esperar a un día mejor o quizás un día que vaya mas preparado.